¿DE DÓNDE
VIENEN?
Si
existen muy variadas teorías acerca de qué son los ovnis, también
abundan las hipótesis que intentan aclarar de dónde vienen.
Comenzaremos por hablar de aquellas que dan como origen un punto
próximo.
Bases
secretas en la tierra Los pilotos de los platillos volantes
podrían ser criaturas que comparten la tierra con nosotros.
Desconocidas para la mayoría de los mortales e ignoradas por la
ciencia oficial, estos “ultraterrestres” son indígenas de nuestro
propio planeta y la causa directa no sólo de la aparición de los
ovnis sino de toda suerte de fenómenos psíquicos, paranormales y
hasta religiosos. Esta idea, sustentada –entre otros- por el Doctor
Jacques Vallée, se apoya en la abundancia de tradiciones orales y
escritas sobre estas criaturas que aparecieron en muchísimas
civilizaciones anteriores. Entre las muchas razas que nos
visitan, algunas de ellas podrían ser los habitantes de continentes
perdidos (Atlántida, Lemuria o Mu) que antes de que éstos fuesen
sepultados por el océano buscaron refugio en algún lugar seguro y
recóndito de la tierra, en un recinto de naturaleza material o
“etérica” conservando todas sus prerrogativas tecnológicas, entre
ellas los dispositivos de avanzado diseño para vencer el espacio.
Sea que provengan de otros planetas y/o planos o de la propia
Tierra, de manera transitoria o permanente pueden utilizar recintos
especialmente acondicionados como bases de operaciones. Se ha
especulado mucho sobre la posibilidad de que existan bases
alienígenas secretas en áreas remotas como la Antártida,
Groenlandia, la selva amazónica, las montañas del Tíbet, y muchos
otros lugares deshabitados o semiexplotados.
Teorías
de la Tierra hueca Según Raymond Bernard, no todos los ovnis
serían extraterrestres: algunos provienen del interior del globo
terráqueo que es parcialmente hueco y posee sendas aperturas en los
polos. Se dice que el Almirante Byrd, explorador del Polo Norte,
penetró en esta región desconocida, encontrando una tierra de clima
templado con montañas, bosques, ríos, lagos, vegetación y vida
animal. Para Brinsley Le Poer Trench, miembro de la Cámara de
los Lores británica, este mundo subterráneo habría sido construído
por los habitantes de la Atlántida, para protegerse de catástrofes
oceánicas y sísmicas. Las dos entradas localizadas en los polos (que
habrían sido incluso fotografiadas por los satélites americanos) son
las que dan acceso al mundo exterior. Allí se alojan desde hace más
de once mil años los “barcos del espacio” que nos visitan en la
actualidad. Robert E. Dickhoff y Michael Barton X, también son
partidarios de la hipótesis de un mundo subterráneo. Los platillos
volantes –según ellos- son oriundos de una gran “conurbación”
integrada por siete metrópolis subterráneas, comunicadas entre sí
por unos conductos huecos y con aperturas que afloran en el Tíbet,
Siberia, América del Norte, Sudamérica y ciertas remotas cumbres
montañosas. Fueron construídas por los marcianos que en su día
habían acudido a colonizar la tierra y que se establecieron en ellas
con el fin de escapar a la radioactividad que siguió a un conflicto
atómico entre Atlántida y Lemuria. Sus naves interplanetarias entran
y salen por las mencionadas aberturas superficiales y su propulsión
se basa en las corrientes magnéticas planetarias. Sus tripulantes
supervisan desde hace muchos siglos el destino de la humanidad.
Civilizaciones
suboceánicas Antonio Ribera, Will Carson y Otto Binder dan como
posible origen subacuático a los ovnis. El setenta y uno por ciento
de la superficie del globo está cubierta por las aguas, con
profundidades de hasta diez mil quinientos metros (lo suficiente
como para sumergir el monte Everest). ¿Qué mejor sitio –nos dicen-
para ocultarse de los pobladores de la tierra firme?... Se han
registrado centenares de observaciones de cuerpos raros
sumergiéndose en el mar, evolucionando en sus aguas o emergiendo del
mismo. A veces con tal asiduidad que han dado pie a especulaciones
sobre la existencia de “platillopuertos” como los de la zona de
Malasia en el océano Indico o los del golfo San Matías en la
Patagonia. Ivan T. Sanderson, uno de los más competentes estudiosos
de lo insólito, después de Charles Fort, mantenía la tesis de que en
cada medio (agua, tierra y aire) podrían florecer complejas culturas
inteligentes separadas entre sí como en compartimentos estancos.
Concretamente en el inmenso volumen de agua oceánica habitarían
razas conscientes capaces de surcar los cielos en vehículos
anfibios.
Fenómenos
metaterrestres tridimensionales Merece la pena considerar la
eventualidad de que los hombres del espacio hayan fundado una
civilización que se extienda por todo el universo, sin vinculación
particular a planetas específicos, residiendo a perpetuidad en
grandes naves superacondicionadas que vagabundean por el espacio
libre. En esta concepción de los “Refugios Interestelares”, navíos
espaciales de considerable volumen podrían albergar a comunidades
enteras durante varias generaciones. Estas naves viajarían de
continuo y en diferentes direcciones, con ánimo de satisfacer una
curiosidad intelectual y científica, buscando nuevos mundos para
habitar. También Galíndez, Peter Sharp y Borret postulan que los
platillos volantes serían sondas de comunicación entre la superficie
terrestre y sus voluminosas naves nodrizas.
Bases
en otros planetas y satélites Todos los planetas y satélites del
sistema solar han sido, antes o después, considerados bases de
procedencia o tránsito de los platillos volantes. La posibilidad de
que “ellos” sean de origen intergaláctico pero que hayan organizado
“apeaderos” en cuerpos deshabitados de nuestro sistema solar, ha
sido formulada nuevamente por Coral E. Lorenzen. Los Fenómenos
Transitorios Lunares (T.L.P.) son modificaciones circunstanciales y
de corta duración observados por astrónomos profesionales o
aficionados, por astronautas o simplemente registrados en
fotografías del cercano satélite. Consisten en transformaciones
aparentes y fugaces de la estructura del suelo lunar acompañadas a
veces por otros fenómenos: brillos y fosforescencias de variadas
tonalidades, nieblas, vapores que dificultan la visión óptica, luces
móviles, desaparición y reaparición de pequeños cráteres, súbita
visión de un nuevo cráter no apreciado anteriormente, figuras
geométricas, estructuras con apariencia artificial, bandas
longitudinales claramente diferenciadas del terreno circundante,
pequeños promontorios o “cúpulas”, etc. Particularmente en
Platón -un circo de fondo plano con 96 kilómetros de diámetro- se
registraron abundantes y llamativos cambios en las cuatro últimas
décadas del siglo pasado, reportadas con todo detalle por los
miembros de la Royal Astronomical Society de Londres.
Considerando la gran masa de T.L.P. acaecidos durante varios
siglos, unidos a determinadas observaciones de notable extrañeza,
surge inevitablemente la sospecha de si algunas de estas ocurrencias
no tendrían un origen artificial.
La
clásica hipótesis extraterrestre o E.T.H. Esta es sin duda la
más popular de las justificaciones a la incansable presencia de los
ovnis en nuestra atmósfera. También es la que más adeptos ha
conseguido en la comunidad científica y entre el cuerpo de ufólogos
“profesionales”. Presupone que estamos ante navíos no terráqueos,
construídos por seres inteligentes comparables al Homo Sapiens,
aunque tal vez mucho más avanzados en ingeniería, mecánica y
psicología que nosostros. Residen en planetas y satélites de
naturaleza asimilable a la de la Tierra. Tanto “ellos” como sus
“mansiones y moradas” estarían compuestos de materia ordinaria
perceptible a los sentidos humanos, es decir, su estructura atómica
y molecular sería sólida, física y estrictamente tridimensional.
Para llegar hasta el sistema solar desde remotas regiones del
universo, habrían tenido que cruzar vastos abismos siderales y para
vencer tan inmensas distancias necesariamente habrán desarrollado
dispositivos de desplazamiento espacial de gran eficacia técnica. Es
de suponer que hayan superado, de forma que no podamos ni imaginar,
el callejón sin salida de la inviabilidad de velocidades superiores
a la de la luz, postulado básico, como se sabe, de la teoría de la
relatividad de Albert Einstein.
?
Hipótesis marciana: Los platillos se acercan desde el vecino planeta
de la guerra. Por razones de economía universal –dicen Antonio
Ribera, Manuel Pedrajo y L. Taylor Hanson- las oleadas de ovnis
debieran registrarse en las fechas de las oposiciones de Marte en
ciclos de veintiseis meses, cuando el astro rojo se encuentra a una
distancia mínima. Pero la experiencia a lo largo de los últimos
cuarenta años no parece corroborar el supuesto de la invasión bienal
de discos voladores. ? Alternativa venusina: Son varios los que
señalan que podrían provenir de Venus, entre otros el astrónomo Eloy
Ortega. En los días próximos a la conjunción de este planeta con la
Tierra y el Sol, los platillos volantes reaparecen sobre los cielos
de casi todos los continentes. ? Cinturón de asteroides: Por lo
que afirman al menos media docena de “contactados”, esta
aglomeración de trozos de roca entre Marte y Júpiter es el residuo
de la explosión del planeta “Maldek”, que resultó destruído como
resultado final de una contienda con armas de gran poder
destructivo. Este conflicto se produjo después de atravesar un
período de decadencia y negatividad generalizadas, parecido al que
sufre ahora la Tierra. Una porción de los habitantes de Maldek,
previendo el fin catastrófico de su planeta, emigró en sofisticados
vehículos aeroespaciales y se estableció entre nosotros. ? Los
tres “de la cola”: Los “contactados” insisten uno detrás de otro en
que los ovnis nos abordan desde Ganímedes, satélite de Júpiter, que,
según los astrofísicos, denota unas aparentes condiciones de
habitabilidad comparables a las terrestres. Muchísimos contactados
aseguran que nuestro sistema no cuenta con nueve sino con doce
planetas. Algunos ovnis comparecen en nuestro cielo desde el trío
planetario que está aún por descubrir, y tal vez sea debido a que no
se trata de astros compactos ordinarios, sino de planetas
“etéricos”, submateriales, invisibles al ojo de los mortales. ?
Otros sistemas estelares: Francisco Donis y otros seguidores opinan
que los platillos volantes vienen desde Alfa Centauri y Próxima del
Centauro. Duncan Lunan, científico escocés, supone que son sondas
espaciales lanzadas hace trece mil años por los pobladores de una
astro moribundo, en la región de Epsilon Bootis. La secuestrada
Betty Hill, que fue trasladada a un ovni en 1.961, cree que
provienen de Zeta Retículi. Robert K.G. Temple asegura que su origen
es un planeta perteneciente al sistema estelar binario de Sirio,
cuyos pobladores los Nommos arribaron hace más de cinco mil años a
lo que hoy es Libia. Allí –según ellos- se mezclaron con los Dogon
(tribu que perdura en Mali, al sur del Sahara), fundando una notable
civilización que influyó profundamente en el nacimiento y desarrollo
de las culturas sumeria y egipcia
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